lunes, 31 de enero de 2011

Del Calcolítico a la Edad del bronce

Nuevos poblamientos y buscadores de metales.

En el segundo tercio del tercer milenio a.C., coincidiendo con el final del neolítico, la inquietud que ha caracterizado siempre al hombre en la búsqueda de cosas nuevas, da como resultado el comienzo de los primeros pasos en la Península de técnicas para la manipulación de un mineral ya utilizado en otras partes del planeta, al menos un par de milenios antes, como lo demuestran el hallazgo de crisoles en diferentes zonas para producir cobre por fusión a partir de cobre nativo, sulfatos y carbonatos. Estos hechos marcarían una nueva era y serian de gran importancia para los habitantes de la península y al mismo tiempo para el resto de pueblos que posteriormente la ocuparon.

Esto, sucede casi al mismo tiempo en dos núcleos de población, distantes entre sí, uno en la costa mediterránea y el otro en el suroeste, en los cuales los artesanos transforman este mineral en un metal, con el cual fabrican armas, adornos, utensilios y herramientas, dando así nacimiento a las culturas de los Millares y de Vila Nova, donde por primera vez aparece la utilización del cobre en la Península; hecho que se propaga durante este tercer milenio, originando la búsqueda de este mineral por los nativos para su comercialización.

Durante este tercer milenio, los Cretenses y los Carios de Asia Menor ya cruzaban el Mediterráneo, comerciando con los nativos la adquisición de los minerales.

Durante el neolítico o a finales de este, sin que se tenga certeza en la fecha exacta, comienza a conformarse un nuevo mapa de habitantes, que sería de gran importancia para el posterior desarrollo y mezcla de los pueblos que en adelante ocuparían la Península.

En esta época, da comienzo la ocupación de toda la costa mediterránea por nuevos pobladores, de posible procedencia africana, organizados en tribus, provenientes del Ródano y del sur de Francia, donde se habían establecido anteriormente llegados a través del estrecho de Messina; también cabe la posibilidad que algunas de estas tribus accediesen a la península por el sur, a través del estrecho; aunque existen serias dudas sobre esta posibilidad.

Estas tribus, que posteriormente se mezclarían con otros pueblos llegados a la Península y que finalmente ocuparon gran parte de Ella, recibieron el nombre de iberos; razón por la cual Esta seria conocida como Iberia.

Los navegantes griegos que cruzaban el Mediterráneo, fueron los primeros en emplear el nombre de Iberia, igual que anteriormente con la denominación ¨Ligures¨.

La ocupación de la costa mediterránea por estas tribus, las expondrían a las culturas más avanzadas de las zonas orientales. Estas influencias culturales de fenicios y griegos, juntamente con el patrimonio cultural indígena configuraron la civilización ibérica, que perduro hasta la invasión de Roma, desapareciendo con la adopción de la cultura del invasor.

La denominación Iberia, aparece por primera vez en el siglo VI a. C., en el Periplo de Masalia, según el poema latino ¨Ora marítima¨ de Festus Avienus.

Después del asentamiento de las tribus iberas en la península, los artesanos avanzan en sus conocimientos logrando mezclar el cobre con el estaño, lo cual, produce un nuevo logro en la manipulación de los metales; ya que esta mezcla daría lugar a la fabricación del bronce, un metal de mayor dureza que el cobre y por tanto con mejores condiciones para la fabricación de herramientas, utensilios y armas sobre todo; uso prioritario, debido al carácter guerrero de las tribus y pueblos que cada día empiezan a tener más presencia en las diferentes zonas de la Península.

Estos avances, que anteriormente como con el cobre se habían producido en otras partes del planeta, tienen una de sus principales fuentes dentro de la Península en los hechos que se desarrollan en el levante, conocidos como la cultura del Argar.

Como consecuencia de todo esto, se generaliza la búsqueda también de la casiterita (Kassiteros = Estaño) y su comercialización por los nativos.

La denominación edad de cobre, o edad de bronce, solo tiene un valor cronológico local; pues su desarrollo se sitúa en distintas épocas en diferentes partes del planeta.

Época orientalizante.

Rutas por las zonas mineras

Hacia el último cuarto del segundo milenio a. C., en el bronce medio, entran por el sur de la península los tirsenos, procedentes de Asia Menor, ocupando primeramente la parte sur occidental, actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz; cuya capital Tartessos, año 1200 a. C., se supone estaba ubicaba en la desembocadura del río de su mismo nombre, Tartessos, Betis, hoy Guadalquivir.

Tartessos, fue destruida por los cartagineses hacia el año 500 a C.

La búsqueda llevada a cabo por A. Schulten en esta zona, siguiendo las indicaciones un tanto confusas de Festus Avienus ¨Ora Marítima¨ y Estrabón, no tuvieron resultados positivos, esto, ha abierto las puertas a otras muchas teorías sobre la situación de Tartessos.

A la llegada de los tirsenos, la etnia principal de esta zona según Schulten eran Ligures.

Los tartesios, dedicados de una forma prioritaria a la obtención de minerales, llevaron la explotación de las minas de Ríotinto, Linares y Almería a un primer florecimiento.

Durante este periodo y con el desarrollo del bronce atlántico, se abren rutas en toda la costa, penetrando las influencias orientalizantes a lo largo de todo el litoral y alcanzando también algunas zonas del interior.

Los datos arqueológicos que han ido apareciendo en poblados situados en la costa, como Castro Marín, Alcacer do Sal, Setúbal, Amadora, Lisboa, Santarém, Santa Olaia y otras, demuestran la penetración del comercio Tartesico a lo largo de toda la costa atlántica.

Este comercio, lo llevarían también a cabo, más tarde, los fenicios y griegos focenses.

Estelas Decoradas.

Las estelas del suroeste o estelas extremeñas, extendidas hasta la parte norte de la sierra de Gata, denotan la presencia de contactos de los pueblos de las zonas orientales del Mediterráneo con las gentes de estos territorios.

Estos contactos, producirían un cambio cultural en el substrato etnográfico, producto de la cultura Tartesica; quizá más acentuada en la costa atlántica, debida también a la influencia fenicia. Este cambio cultural, afecto también de alguna manera, el substrato etnográfico de toda la parte de lo que muchos años más tarde sería conocido como pueblo lusitano.

En Extremadura, la cantidad de estelas, marcan un control territorial que con toda probabilidad determino la explotación minera de estas tierras, debido a la existencia de oro, plata, cobre o estaño en gran parte de la zona extremeña donde han sido localizadas estas estelas. La alta Extremadura es principalmente rica en estaño, encontrándose en esta zona algunos yacimientos y ríos en los cuales el oro nativo es otro de los metales existentes.

Las estelas que se han conservado hasta nuestros días en plena Sierra de Gata, fueron localizadas en Hernán Pérez, San Martín de Trebejo y otra, a escasos metros de los limites de Descargamaria y dentro del término de Robleda; aunque la más cercana al núcleo navasfrieño estaba situada a tan solo cinco Km, en Fóios (Sierra de las Mesas) y dos más, en los términos de Meimao y Baraçal. Esta ultima estela, esculpida en relieve, presenta un escudo de tres anillos concéntricos, los dos exteriores escotados en U abierta, espada pistiliforme y lanza con punta larga y estrecha, pasando por ser la más antigua, siendo posible su datación entorno a los siglos XI-X a. C. La de Foios, lindante con el termino de Navasfrías y cuyo escudo es de cuatro anillos, los dos interiores escotados en V, espada de lengua de carpa y lanza incompleta por rotura de la estela en la punta de la lanza, está grabada con surco profundo como el resto de estelas, siendo considerada su construcción entre los siglos X-IX a C.

Los pueblos de Baraçal y Foios, pertenecen al lindante concejo de Sabugal, (Guarda) y Meimao, al cercano de Penamacor, (Castelo Branco).

En la zona centro-norte de Portugal, entre el Duero y el Tajo, existen varios yacimientos de casiterita; encontrándose en algunas zonas de las estribaciones de la Sierra de la Estrella, piritas cupríferas.

Posidonio, historiador y geógrafo, que escribió también sobre la Península, dice: “El estaño no está en la superficie, como han escrito otros historiadores, sino que se extrae de la tierra, nace junto a los barbaros que viven sobre Lusitania y las Islas Casitérides”.

En la frontera y cercanos a las estelas de Foios (Localización estela 6º 53´ 30´´W 40º 17´ 30´´ N) y San Martin de Trevejo (Localización estela 6º 48´ 00´´ W 40º 11´ 40´´ N), existen yacimientos de casiterita con componentes auríferos en los pueblos de Valverde del Fresno (6º 52´ 40´´ W 40º 13´ 30´´ N) y Navasfrías (6º 49´ 08´´ W 40º 17´ 55´´ N). En este último, estos componentes auríferos, en algunos casos están localizados en filones de cuarzo mineralizados con wolframita y casiterita.

A pesar de que no existen hallazgos de metalurgia en bronce, como en algunos pueblos de la zona, entre ellos, Fuenteguinaldo, Peñaparda y San Martin de Trevejo, ni restos de castros o edificaciones antiguas, a excepción de las ruinas de los Salgueros, en plena zona minera, de las cuales no existe memoria ni referencias sobre su antigüedad; pero que dada la abundancia de casiterita en esta zona y debido a la cercanía de las estelas y la antigüedad de estas, bien podrían remontarse a las primeras búsquedas de minerales en el término navasfrieño, que con toda probabilidad habría ocurrido durante el bronce final, en la época más activa del bronce atlántico.

El entendimiento de los pueblos de la Península con los tartesios, tiene como centro de comercio de los metales a Tartessos, paso obligado en la ruta occidental del estaño y centro de una floreciente cultura; cuya hegemonía, por poder y riquezas, fue mantenida durante muchos años por su rey Arganthonios; el cual según las leyendas vivió 120 años, reinando durante 80 años ininterrumpidamente.

Este entendimiento con los tartesios en el comercio de los metales, posibilita que también los habitantes de estas zonas, seguramente dedicados al pastoreo de una forma casi nómada, pudieran trabajar de beneficio alguno de los placeres de los ríos Águeda, Roladrón, Rubiós o del regato de Los Salgueros afluente de este último, los dos en plena zona minera, como posiblemente también el regato del Pizarro, llevando a cabo el lavado de alguna parte de los niveles inferiores de sus terrazas; aunque estos trabajos serian posiblemente más intensos en la época celta y durante la dominación de Roma.

Topónimo ¨naba/nava¨.

El topónimo ¨naba¨, debió ser utilizado por primera vez por los ocupantes fundadores del castro de Irueña para designar la zona de Navasfrías. Esta zona de praderas o valles cercanos a la montaña, con toda probabilidad sirvió como territorio de pastoreo, con ocupaciones periódicas al menos durante la temporada de pastos, dadas las dimensiones del castro y la cantidad de rebaños necesarios para la subsistencia de sus ocupantes; ya que su economía, combinada con la agricultura, era prioritariamente ganadera. La utilización de estas praderas o valles, anterior a los vetones, habría podido ocurrir durante las últimas fases del bronce final.

Las ruinas de este castro están situadas en un promontorio, en el ángulo formado por el arroyo del Rolloso en su confluencia con el río Águeda, cuyo cauce debido a la actividad del castro, serviría de nexo de unión entre Irueña y el término del actual Navasfrías, situado a unos 10-15 Km. aguas arriba y que posiblemente siguió siendo el enlace de estas zonas durante toda la vida activa de este poblado, especialmente en época vetona cuya economía, dependía casi exclusivamente de la ganadería; extendiéndose sus dominios hasta la Riba Côa.

En estas economías dependientes especialmente del agua, el río tuvo un papel muy importante no solamente para la abundancia de sus cosechas y pastos, sino que posiblemente sirvió de referencia en el camino hacia las zonas mineras, situadas en las cabeceras de los ríos no solamente de este, sino también de sus afluentes.

De la posible existencia de alguna ruta directa entre Irueña y la zona navasfríeña, tenemos la referencia de un itinerario usado hasta no hace muchos años, en el cual, las mercancías y ganados, eran transportados en carros, caballerías y a pie por el llamado ¨Camino Blanco¨; un trayecto interior, que desde Navasfrías, cruzaba la Genestosa a través de las zonas de pastos de las dehesas situadas a la derecha de la carretera que actualmente une Navasfrías y Casillas de Flores, pasando en este término por los Mazos; para llegar a Fuenteguinaldo vadeando el arroyo del Rolloso cerca de la zona del castro.

La falta de testimonios sobre el origen del castro de Irueña, debido a no haberse llevado a cabo excavaciones serias en la zona, hace que no sea posible una fecha de datación exacta sobre su antigüedad y primeros ocupantes, suponiendo su ocupación por alguna tribu ibérica a comienzos del primer milenio a. C; posiblemente durante el primer tercio de este milenio.

La posibilidad de que el aquitano (lengua vasca arcaica) estuviese emparentado con las demás lenguas habladas antes de la entrada de los pueblos celtas, habría establecido un substrato lingüístico preindoeuropeo, con un tronco común en toda la Península.

La pervivencia de elementos preindoeuropeos en la toponimia indoeuropea, más fuerte en el centro y el oeste peninsulares, hace de la voz ¨naba¨ un término común; incorporando su homófona ¨nava¨, como préstamo, el indoeuropeo preceltico con el mismo significado.

Los préstamos de las diferentes lenguas de los pueblos que han ocupado la Península, han ido conformando, a través de los tiempos, un estrato lingüístico que ha sido parte en la formación del castellano.

Estrabón en el libro IV. 2. 1, afirma que iberos y aquitanos son similares y hablan lenguas parecidas. “Los Aquitanos son completamente diferentes de belgas y celtas, no solo en su idioma, sino también en su aspecto físico, que se asemeja más al de los iberos que al de los Galos”.

Llanura aluvial.

La existencia de estaño y oro de aluvión, tampoco paso desapercibida para nativos y comerciantes en la zona de El Bardal, cuya búsqueda quedo de manifiesto en los montones de sedimentos, murias, junto a las lagunas de donde se extrajeron los materiales para su lavado; hoy día ya desaparecidos por el allanamiento de estos terrenos, que fueron convertidos en pradera para el ganado y posteriormente en un parque de recreo; aunque estas búsquedas también se llevarían a cabo durante la época vetona y finalmente, en esta primera y larga etapa, en tiempos de la dominación de Roma.

La segunda etapa de búsqueda de minerales, coligada a la búsqueda de volframita, daría comienzo en los primeros años del siglo XX en las zonas adyacentes al primer tramo del rio Rubiós, con explotaciones mineras subterráneas y excavaciones a cielo abierto.



EL BARDAL (Zona de las lagunas en fase de transformación en parque de recreo)

Los yacimientos aluviales, se originan en la zona del bardal, en aquella época, por los desbordamientos periódicos del río Roladrón, que al ensancharse en una zona tan amplia, va sedimentando en capas superpuestas todo lo que arrastra desde su cabecera, originando placeres por la erosión y el transporte de los materiales de los yacimientos primarios.

También las pequeñas represas construidas con vigas de madera, halladas en el río Águeda a partir de su actual confluencia con Roladrón, dieron lugar a placeres en el seno del río, buscando de esta forma el estancamiento de los minerales en dichos placeres, para poder extraerlos con más facilidad.

Densidad de los minerales de aluvión GM cm3: oro 17, volframita 7.3, casiterita 7, pirita 5.

Estos filones secundarios, suelen acumular cantidades bastante importantes de oro y estaño en todos los ríos de la zona; debido a que su mineralización se produce en las vetas de los pizarrales por donde transcurre su cauce, haciendo el agua la labor de extracción durante todo el curso del río y facilitando así en gran manera el trabajo del hombre en la obtención de los minerales.

De la existencia de los minerales, tenemos referencias generalizadas desde la antigüedad y más recientes y concretas, en las memorias políticas y económicas de E. Larruga.

Estrabón III, 3, 5. “La región situada entre el Tajo y el país de los ártabros (costa norte gallega), habitan unas 30 tribus. Esta región es naturalmente rica en frutos del campo y en ganados, en oro y plata y muchos otros metales”.

CONFLUENCIA DE LOS RIOS ÁGUEDA Y ROLADRON (al fondo la sierra de Las Mezas)

Mineral de Oro. (Memorias políticas y económicas. MDCCXCV. E Larruga. T. XXXIV pp. 298, 299)

“Según la común opinión, los montes de las inmediaciones de Ciudad Rodrigo que divide la Extremadura, están llenos de minerales de varias especies. El oro puro se coge en los arroyos que se desprenden de ellos por una y otra banda”.

Actualmente en estas zonas se siguen produciendo hallazgos de oro y casiterita por los aficionados al bateo, principalmente en el río Águeda, que es el más frecuentado por los bateadores.

La forma de extracción de minerales mediante la práctica del bateo y lavado de arenas y grabas, empleando diferentes técnicas, es tan antigua como el principio de la búsqueda de minerales por el hombre; describiendo ya Estrabón en su geografía de la Península III-2, 8, la forma de proceder para la localización y obtención en este caso del oro.

“El oro no se extrae únicamente de las minas, sino también por lavado. Los ríos y torrentes arrastran arenas auríferas. Otros muchos lugares desprovistos de agua las contienen también; el oro, sin embargo, no se advierte en ellos, pero sí en los lugares regados, donde el placer de oro se ve relucir; cuando el lugar es seco, basta irrigarlo para que el placer reluzca; abriendo pozos, o por otros medios, se lava la arena y se obtiene el oro; actualmente son más numerosos los lavaderos de oro que las minas”.

Es tal la importancia que adquiere el comercio de los metales, esencialmente el del estaño durante el bronce Atlántico, que no solamente se llevo a cabo su búsqueda en todo el oeste de la península, incluida Galicia, sino que se crearon rutas hacia Bretaña y Cornualles.

Una de las zonas de gran importancia en la ruta atlántica, en aquella época, fueron las Casitérides, por la abundancia de minerales y que son nombradas por Estrabón III 5.11, en su descripción de la Península; pero que no son ubicadas por Este de una forma clara, sino que se limita a situar las diez islas al norte del puerto de los Ártabros; citando a los fenicios de Gádir como los primeros en comerciar con los habitantes de las islas, obteniendo el estaño, el plomo y las pieles de animales, a cambio de sus cerámicas, sal y utensilios de bronce.

“Las islas Kassiterides (Kassiteros= Estaño) son en número de diez, todas ellas muy cercanas entre sí y situadas hacia el norte del Puerto de los Ártabros, en plena mar. Una de ellas está despoblada; las demás están habitadas por hombres que visten mantos negros y llevan sobrepuestas túnicas talares sujetas alrededor del pecho, y caminan con báculos, asemejándose por ello a las Poinaí (démones) de la tragedia. Viven, habitualmente, del producto de sus ganados, al modo de los pueblos nómadas. Tienen metales de estaño y plomo, y los cambian, así como las pieles de sus bestias, por cerámica, sal y utensilios de bronce que les llevan los mercaderes. En un principio este comercio era explotado únicamente por los fenicios desde Gádir, quienes ocultaban a los demás las rutas que conducían a estas islas”.

No obstante, pese a la afirmación de Estrabón, estas rutas ya habían sido transitadas por los tartesios con anterioridad a los fenicios.

La fama de las riquezas de la península llega a tal punto entre los pueblos del Mediterráneo, que estas llegan a ser objeto de narración en las leyendas de la mitología griega, en uno de los doce trabajos que le impuso a Heracles, por designio de Hera, Euristeo, rey de Mecenas.

¨Gerioneida de Estesicoro, siglo VI a. C¨.

Así, el héroe Heracles robará la barca (copa de oro) del Sol y navegara con ella hasta el río océano, que bordea la tierra en los confines del poniente. Cercano a este, estaba Tartessos, el río de raíces de plata, donde Heracles lucho cuerpo a cuerpo con Gerión, al que arrebato los rebaños de bueyes rojos para llevarlos a Grecia”.