miércoles, 18 de mayo de 2011

Entrada de los Pueblos Indoeuropeos

Cultura de los Campos de Urnas. Edad del Hierro






A finales del segundo milenio a. C., pueblos indoeuropeos provenientes de la cultura de los campos de urnas, comienzan los contactos con las zonas mediterráneas próximas al sur de los Pirineos, así como de las comarcas del valle del Ebro, iniciando los primeros asentamientos en la península.
Seguidamente, en los comienzos del primer milenio a. C., gentes que anteriormente se supone establecidas en la península Itálica, en posibles contactos con los pueblos vénetos, pasan a iberia ocupando zonas del interior. Estas gentes, que en un principio fueron consideradas por Pokorny como ilirias, hoy día son definidas como un pueblo de cultura indoeuropea cuya lengua contiene rasgos arcaizantes, denominada antiguo europeo, pero dejando en el aire la pertenencia iliria.
Según Menéndez Pidal, estas gentes, afines o mezcladas con ilirios, eran conocidos como ambrones, los cuales ocuparon grandes zonas en el norte, centro y oeste de la península; aunque según el estudio de la hidronimia y toponimia, estas zonas, se extenderían también hacia el sur.
En el inicio del siglo VII a. C., Cempsios y Saefes, de la cultura de Hallstatt, penetran así mismo en la Península instalándose en la costa atlántica.
Hasta comienzos del siglo VI a. C., continúa la entrada en la península de los pueblos celtas provenientes de los campos de urnas, posicionándose en la meseta e introduciendo el trabajo del hierro.
Los celtas, se organizaban en tribus dirigidas por caudillos, estando integrada la población por pequeños grupos rurales de campesinos, los cuales se asentaban en zonas altas, fortificándolas con empalizadas.
En la vida domestica, para cocinar, las mujeres utilizaban una caldera de hierro, colgada sobre el fuego de una cadena; procedimiento similar al de las llares.
El sentido de lo sagrado de los celtas, está en clara conexión con las fuerzas de la naturaleza: manantiales, ríos, rocas, montes y arboles.
Es por esto que, a la llegada de los celtas (vetones), los que se instalan en las inmediaciones del hoy llamado monte de Jálama, convierten el orónimo Salama, en cuyas laderas están las fuentes que alimentan algunos ríos de la zona, en el teónimo Salamati, divinidad a la que atribuyen la provisión de agua para que sus terrenos sean fértiles, tanto para cultivos, como especialmente para pastos y ganados.
La mezcla de los celtas con el resto de pueblos del oeste, no fue tan importante como en el centro peninsular, aunque hizo posible el crecimiento de nuevos núcleos de población; ocupando otros importantes como Irueña, castro situado en la parte oeste de su territorio, habitado en un principio, posiblemente, por gentes no indoeuropeas.
Los vetones, de procedencia directamente celta, llevaron a cabo su asentamiento sobre núcleos de población indígena, en una parte de la zona que muchos años más tarde seria conocida como la Lusitania, ocupando una franja de terreno entre el río Duero y el Tajo, partiendo desde la Riba Côa hasta la actual Ávila.
Según la descripción de Estrabón. (III, 3,1) “El Tajo nace entre los celtiberos y cruza por entre los carpetanos, los vetones y los lusitanos corriendo hacia el occidente equinoccial”.
Aunque los celtas eran eficientes agricultores, los vetones son considerados un pueblo preferentemente ganadero.
Su estructura militar es celta, con adiestramiento en la lucha con la caballería, hostigando y saqueando los pueblos vecinos.
Los principales testimonios dejados en la zona, son los verracos esculpidos en roca granítica hallados en pueblos próximos, habiendo sido destruidos en algunos casos. Estos verracos, posiblemente, son hitos que marcan límites de territorio; así como zonas de pastos pertenecientes a diferentes tribus de este pueblo.
La economía pastoril del pueblo vetón y los datos aportados por Estrabón en su geografía sobre la zona al norte del Tajo, nos dan datos para poder considerar, que los ocupantes del castro de Irueña, serian asiduos visitantes de la cabecera de los ríos Águeda y sus afluentes, tanto por sus praderas (NAVAS), ya próximas a la sierra de las Mezas, donde nace el Côa y finaliza el territorio vetón, como por el estaño y oro nativo de sus ríos; además de la abundancia de pesca y caza.
Estrabón III, 3, 5 “La región situada entre el Tajo y el país de los ártabros (costa norte gallega), habitan unas 30 tribus. Esta región es naturalmente rica en frutos del campo y en ganados, en oro y plata y otros muchos metales; sin embargo, la mayoría de sus habitantes prefieren el oro al cultivo de la tierra y viven en continuas guerras entre sí y con sus vecinos del otro lado del Tajo”.
Entre los diferentes pueblos que fueron conformando Iberia, ocupan un lugar importante en aquella época, los lusitanos, pueblo encuadrado en la parte central del oeste peninsular, cuya provincia, la Lusitania, comienza a funcionar como tal, a partir del reparto de las provincias entre Augusto y el senado, desdoblando la Ulterior en dos provincias, la Betica y la Lusitania; estando compuesta esta, por antiguos pobladores de la -Riba Côa y de la Sierra de Gata-, así como la Beira Interior, la Beira Baja, la provincia de Salamanca, Cáceres y parte de las provincias de Ávila y Badajoz (denominaciones actuales). Parte de este territorio había sido ocupado por los vetones desde su entrada en la península; siendo lusitanos y vetones los principales pueblos que ocuparon esta provincia.
La dedicación de los lusitanos estaría ligada a la agricultura y a la ganadería.
La lengua lusitana, según parece, sería la herencia de los pueblos no célticos, de habla indoeuropea arcaica o antiguo europeo, a los pueblos autóctonos de la Lusitania.
La afirmación de Hesiodo al considerar a los ligures el pueblo más antiguo de la Europa Occidental, así como, de A. Schulten afirmando que a la entrada de los tirsenos la etnia principal de la zona donde se asentaron eran ligures, hace que sea muy probable, que el substrato etnográfico de la Lusitania a la entrada de los pueblos indoeuropeos, fuese también de origen ligur.
El carácter indómito que siempre mantuvieron las tribus lusitanas, hace que sea considerado un pueblo primitivo por los cronistas romanos de la época. Este pueblo situado en una zona de influencia de la cultura del bronce, lo convierte en gentes expertas en la manipulación de los minerales y por tanto en la construcción de armas y al mismo tiempo hábil en la lucha, dado que las disputas entre tribus y con otras poblaciones es relativamente frecuente.
Los pertrechos y armamento que portan los guerreros lusitanos, son descritos por Estrabón en su geografía de la Península.
(III 3, 6) “Su escudo es pequeño, de dos pies de diámetro, y cóncavo por delante; lo llevan sujeto con correas, ya que no tiene abrazaderas ni asas. Van armados también de un puñal o cuchillo; la mayor parte llevan corazas de lino, y pocos, cota de malla y cascos de tres penachos. Otros se cubren con cascos tejidos de nervios; los infantes usan grebas y llevan varias jabalinas; algunos usan también lanzas con punta de bronce”.


Invasiones romanas



Después de la perdida de la hegemonía de los Cartagineses en el Mediterráneo, en las dos primeras guerras púnicas 264-241 y 218-201 a. C., los romanos llevan a cabo el inicio de la ocupación de la península, fijando la primera división administrativa en el año 197 a. C. en Hispania Ulterior y Hispania Citerior; quedando lusitanos y vetones dentro de la Ulterior.
Hispania romano según Schulten, procede del fenicio “i – sch’ phannim” = costa de los conejos.
Desde la llegada de los romanos a la Bética, lusitanos y vetones redoblan sus incursiones en este territorio para saquear dichas zonas, teniendo constancia de los primeros enfrentamientos ya en el año 194 a. C.
En los años 193 y 192 a. C., siguen los enfrentamientos de vetones coaligados con vacceos y celtiberos contra el pretor M. Fluvio. Estos enfrentamientos, narrados por Livio, se producen en diferentes zonas de la Ulterior.
Es el mismo Livio, quien más tarde, nos da a entender un cierto periodo de calma en los combates entre romanos y vetones, permitiendo estos, a los romanos, en el año 179 a. C., el paso por su territorio para lanzar después L. Postumio un ataque contra los vacceos.
Ante las incursiones de Púnico y las derrotas infligidas a los pretores L. Manilio y L. Calpurnio Pisón, siguiendo los ataques al sur del Tajo con la ayuda de los vetones, Roma trata de asegurar su posición más allá del Tajo, en territorio de lusitanos y vetones, continuando las llamadas guerras lusitanas comenzadas en el año 155 a. C. En este frente, están juntos los pueblos lusitano y vetón.
Lusitanos y vetones son de carácter indómito e independiente, atribuyéndoseles a hombres y mujeres gran arrojo y valentía personal.
A Púnico le sucede al frente de la rebelión Césaro, que en el 153 a. C. derrota las tropas del pretor de la Ulterior L. Mummio; aunque logra recuperarse, ocasionando numerosas bajas a los lusitanos en otras confrontaciones y derrotando a Cauceno después que Éste hubiese ocupado el Algarve y pasado al norte de África.
Con los pactos de Atilio Serrano en el 152 a. C., los vetones parecen sometidos al impero; pero la irracionalidad y salvajismo romanos después de los pactos y en el 151, hacen que los vetones sean acompañantes de los lusitanos en sus campañas en la Bética en este mismo año.
Tras la sucesión de Atilio por Servio Sulpicio Galva y de diversos contratiempos con los lusitanos, siendo derrotado por estos, Galva une sus fuerzas con Lúculo en el 150 a. C., forzando la rendición de lusitanos y vetones, prometiéndoles seguidamente el reparto de tierras; estas promesas son incumplidas y los que se presentan a la convocatoria son pasados a cuchillo y sus mujeres e hijos vendidos como esclavos en la Galia.
La diferencia de víctimas de la matanza de Galva entre los historiadores de la época, es desigual, confirmándonos Tito Livio que fue una carnicería inhumana.
Los enfrentamientos con Roma siguen en el año 147 a. C., siendo Viriato el jefe más importante de los pueblos lusitano y vetón.
Una de las aseveraciones sobre su nacimiento, trasmitida desde muy antiguo oralmente y recogida en forma escrita en el año 1654 por Gabriel Azedo, dice, que Viriato era natural del Guijo de Santa Bárbara, situado dentro de territorio vetón y en la zona más alta de toda la comarca de la Vera; con lo cual tendríamos un Viriato nacido en la Lusitania pero de etnia vetona. Otros sitúan su nacimiento en Monte Herminio (Sierra de la Estrella), ó en otros lugares como Zamora y Viseu.
Ninguno de estos datos está determinado por pruebas que lo demuestren con certeza.
La apreciación del Guijo puede tener cierto fundamento, ya que Viriato logró escapar a la matanza de Galva y según Valerio Máximo, los convocados fueron los Coerenses, Caluri y Calontienses; los dos primeros situados al norte del Tajo, entre los ríos Alagón, Jerte y Tietar y los Calontienses al sur, entre el Tajo y el Salor; los Caluri eran los ocupantes de la zona del Guijo.
La cercanía de los Coerenses y Caluri a la sierra de Gata, hace posible que la convocatoria de estos pueblos fuese en los terrenos situados en los llanos comprendidos entre Monte Hermoso, Moraleja y Coria, desde donde Viriato podría haber escapado a zonas de la sierra de Gata, o la parte oeste de la Sierra de Gredos; todos estos terrenos posiblemente bien conocidos por la mayoría de los que lograron escapar.
No cabe ninguna duda que estos alcanzarían mejor su objetivo en terrenos montañosos que en lugares llanos, sobre todo, siendo su dedicación el pastoreo, que como es sabido en aquella zona y época, se trataba de rebaños de cabras, con lo cual, estarían habituados a los sitios agrestes de la sierra.
Apiano da por hecho la fuga de Viriato en aquella matanza.
“Sin embargo unos pocos de ellos lograron escapar, entre los que estaba Viriato, quien poco tiempo después se puso al frente de los lusitanos, dio muerte a muchos romanos y llevó a cabo las más grandes hazañas”.
Otra de las incógnitas y también de difícil solución, es la ubicación del “Mons Veneris”, ya que las referencias sobre su situación, no llegan más allá de la mención del río Tajo y un monte de olivos; siendo también Apiano el que nos da este dato impreciso.
“Cruzó el río Tajo y acampó en un monte cubierto de olivos, llamado Monte de Venus. Allí lo encontró Plaucio y lleno de premura por borrar su derrota, le presentó batalla”.
En el año 140 a. C., la derrota infligida al cónsul Quinto Flavio Máximo Serviliano, hace que los romanos pacten con Viriato (aequis coditionibus) y este pase a ser considerado aliado del imperio.
Esta situación no duraría muchos años, en el 138 a. C., los romanos no conformes con el tratado llevado a cabo por Quinto Servilio Cepión, tratan de plantear unas nuevas negociaciones, asesinando a Viriato los propios oficiales encargados del pacto: Audax, Ditalco y Minurus, sobornados por Marcus Pompilius Lenas; siendo sometidos progresivamente lusitanos y vetones al imperio romano.
El sucesor de Viriato, Táutalus, pese a su entrega, nada pudo contra la fortaleza de las legiones romanas.
El reconocimiento a la fortaleza de estos pueblos, es admitido por los historiadores de la época, entre ellos Estrabón.
Geografía de Estrabón III, 3, 3. “Al septentrión del Tagos se extiende la Lusitania, la más fuerte de las naciones iberas”.
Las fuentes antiguas reconocen también la valía de Viriato como líder carismático y gran estratega, quedando para la historia su forma de plantear los ataques, llevando a cabo lo que hoy se denomina guerra de guerrillas.
El sometimiento de los pueblos lusitano y vetón y su pacificación, se produce plenamente durante la guerra sertoriana, entre el 82 y 72 a. C.
La condición y calificación de los habitantes de las zonas conquistadas por Roma, pasan en su evaluación de barbari, a ser considerados peregrini, con lo que se inicia el camino para que un día sus ciudades, federadas, inmunes, libres y estipendiarias, lleguen a alcanzar el grado de municipio romano; quedando fuera de esta posibilidad los peregrini dediticii.
Este sometimiento queda reflejado posteriormente en la guerra civil en la Península entre César y Pompeyo, en la que se lleva a cabo en el año 49 a. C. el reclutamiento por parte de los generales de Pompeyo de tropas auxiliares entre los vetones, las cuales, quedaron bajo el mando de Petreyo, legado de Pompeyo en la Lusitania.
Durante la época imperial, llega a formarse un ala ligera compuesta por vetones, considerados excelente jinetes, que pasan a formar parte del ejército romano; estas fuerzas están presentes durante la campaña llevada a cabo por las legiones romanas en la conquista de Britania. “Ala Hispanorum Vettonum Civium Romanorum”.
Leyenda de la lapida funeraria hallada en el hoy llamado Bath, Reino Unido.
L. VITELLIUS. MANTAI. F. TANCINUS. CIVES. HISP. CAURENSIS. EQ. ALAE. VETTONUM. C. R. ANN.XXXXVI. STIP. XXVI. H.S.E.
Lucio Vitelio Tancino, hijo de Mantao, ciudadanos hispanos de Coria, del ala de caballería de los ciudadanos romanos vetones, a los 46 años, 26 de servicio. Yace aquí.
Si es grande la fama de los vetones como excelentes jinetes, no lo es menos la de la rapidez de sus monturas, dando origen al mito de sus yeguas, al creer que son preñadas por el viento Céfiro.


Romanización, adopción de la cultura y civilización del invasor


Como núcleo más importante de la zona destaca Irueña, que según parece paso por diferentes etapas, primero como castro nativo, más tarde vetón; consiguiendo su máximo esplendor como oppidum romana, Urunia, con una población semejante a la que hoy día ocupa la parte amurallada de la ciudad de Ávila, aunque estos datos no están suficientemente constatados.
La construcción del castro fortificado, podría haberse llevado a cabo por gentes autóctonas, ante la llegada de los pueblos indoeuropeos en el primer milenio a. C. Estas gentes, como en el caso de los Lusitanos, serian no indoeuropeos y de substrato etnográfico ligur; considerando a los ligures los indígenas del neolítico de iberia, tal como escribe Luis Pericot; o la base de los pueblos prehistóricos como afirma A. Schulten.
Tanto Posidonio como Diodoro Sículo consideran a ligures e iberos de la misma raza mediterránea.
La raiz “ir(i)/la ciudad”, presente en el idioma vasco, que según Schulten es un relicto ligur, reforzaría la hipótesis de la construcción y ocupación de este castro por gentes no indoeuropeas.
El término común iri = la ciudad (variante del ibero ili), para referirse al castro, posiblemente debió ser utilizada por las gentes situadas bajo su influencia en aquella primera época.
El término, “la ciudad”, para calificar el núcleo más importante de la zona, también ha sido utilizado por los pueblos del alto Águeda, para nominar a Ciudad Rodrigo cuando aún era clara referencia comercial y administrativa de los pueblos del entorno; así mismo fue utilizado por los pueblos de San Martín de Trevejo, Villamiel y Eljas hasta 1958, a la que seguían considerando “su ciudad”, cuando aún pertenecían a este obispado.
El sufijo “ueña”, está documentado en el hidrónimo asturiano Güeña, derivado de su original el celta Onna=arroyo, río, agregado a la raíz ir(i) durante la ocupación del castro por los vetones.
La ocupación de la oppidum durante época visigoda, necesitaría de un estudio en profundidad para determinar de qué forma se vio afectada por la entrada de los pueblos germanos.
La leyenda “La cautiva de Irueña”, parece haberle dado continuidad durante la dominación árabe; aunque nada se puede afirmar sobre este tema al no existir documentación especifica al respecto.
En la Historia Civitatense de Don Antonio Sánchez Cabañas, en una donación hecha por Fernando II de León a la sede de Ciudad Rodrigo y su obispo don Domingo, aparece como nombre de la ciudad “Oronia, que ahora es dehesa de la Silla episcopal”.
Sus restos están situados en la ribera del río Águeda, antes de su paso por lo que es hoy el pueblo de Fuenteguinaldo y en su término municipal.
Las ciudades indígenas de la Lusitania, según Plinio en su Naturalis Historia, eran 36, todas ellas estipendiarías. Las condiciones en el régimen jurídico de menor privilegio de estas ciudades, eran impuestas por Roma ante la resistencia de los pueblos, en este caso lusitano y vetón, a su dominación, soportando también el pago de estipendios todos sus habitantes, así como las cargas militares y aportación de tropas auxiliares.
La población en el resto de la Lusitania, tal como la describe Estrabón para la mayor parte del territorio de Hispania, estaba poblado por aldeas ó pequeños asentamientos, exceptuando la Bética.
Esto nos puede llevar a considerar que la población al norte de la sierra, estaría compuesta por pequeños asentamientos bajo la influencia de los dos núcleos importantes de la zona, Irueña y Mirobriga (C. R.), cuya economía pastoril se extendería a todo lo largo del rio; quedando en un segundo plano y lejos de la importancia de estas, el asentamiento de la zona de Peñaparda.
En el año 27 a. C., Octavio Augusto lleva a cabo la reorganización administrativa de Hispania, dividiéndola en tres provincias: Bética, Lusitana y Tarraconensis; la Bética bajo mando directo del senado y Lusitana y Tarraconensis del propio emperador.
Hacia el 25 a. C., Octavio Augusto funda Emérita Augusta y en el 17 a. C. los pueblos de la Lusitania pasan a depender administrativamente de Ella.
Plinio NH, IV, 117, la Lusitania es dividida en tres conventos (partidos judiciales): el Emeritense (Mérida), el Pacense (Beja) y el Escalabitano (Santarem).
También según Plinio, la Lusitania contaba con 45 ciudades: 5 colonias, 1 municipio romano, tres ciudades de derecho antiguo latino y 36 ciudades estipendiarias.
Colonias: Augusta Emérita (Mérida), Metillensis (Medellin), Pacensis (Beja), Norbensis llamada Caesarina (Cáceres), son contribuyentes en ella Castra Servilia y Castra Cecilia; la quinta Scalabis llamada Presídium Iulium (Santarem).
Municipio romano: Olisipo llamada Felicitas Iulia (Lisboa).
Ciudades de derecho latino antiguo: Évora llamada Liberalitis Iulia y Myrtilis (Mértola) y también Salacia (Alcácer do Sal).
Vespasiano concede el “ius latii” a los habitantes de Lusitania (Hispania) en el 73-74 d. C.
Universae Hispaniae Vespasianus imperator Augustus iactatum (iactatus) procellis rei publicae Latium tribuit.
El emperador Vespasiano Augusto, lanzado en las turbulencias de la administración del estado, concedió el Lacio para toda Hispania.
Plinio el viejo-Naturalis Historia III, 3, 30.
El ius latii minus concedido por Vespasiano, fue un instrumento que incidió lentamente en la incorporación de la población indígena a la ciudadanía romana.
Con el mandato de la construcción del puente de Alcántara por Trajano en el año 98, la población indígena que habita al norte, sur, y oeste de la sierra y cuya ayuda tanto física como material es requerida para dicha obra, quedaría inmortalizada en los grabados de sus placas de mármol, a su finalización en el año 104.






Puente de Alcántara




MUNICIPIA PROVINCIAE. LUSITANIAE.STIPE. CONLATA, QUAE, OPUS. PONTIS.PERFECERUNT: Los Municipios de la Provincia de la Lusitania, que contribuyeron a acabar y perfeccionar este puente:
Entre estas ciudades libres de la Lusitania, que se gobernaban por sus propias leyes y magistrados, (siempre bajo la maiestas romana) estaban los Ciudadanos Lancienses, los Lancienses del lado de allá del Cuda, los Interamnienses y los Igaeditanos.
La situación exacta de los Lancienses, tanto Oppidanos como Transcudanos, hasta hoy día es un tanto supuesta, ya que las referencias escritas sobre su situación son escasas y poco concretas; teniendo además de algún dato epigráfico, la situación que de su mismo nombre se desprende. El término de los Transcudani, cuyo nombre indica relación y cercanía con referencia al Cuda, estaría situado hacia el oeste del río y en territorio de los lusitanos, siguiendo la dirección naciente-poniente para determinar su situación con relación al río; los Oppidanos que según Ptolomeo vivían entre los vetones, los sitúa el termino Augustal al norte de los Igaeditanos (Idanha-a-Velha), pudiendo haber estado asentados en una franja de terreno entre estos y el sur de los Interamnienses (Salvaleón), continuando sus asentamientos al este, bordeando el territorio de estos hasta el norte de la Sierra de Gata.
Estas informaciones, lo que sí parecen indicarnos, es la ubicación de estos pueblos en una relativa cercanía a la Sierra de las Mezas, donde está el nacimiento del Côa y punto de unión hoy día de las provincias de Salamanca, Cáceres y Guarda, uniéndose a esta por el sur y a poca distancia de las Mezas, Castelo Branco.








Nacimiento del Côa





La relación jurídica con estas ciudades libres, era fijada por Roma unilateralmente, siendo su potestad modificarla, estando sometidas al pago de tributos y como en el caso del puente aportando también su ayuda física, no teniendo la misma consideración que las federadas en su amparo. La exención del pago de tributos convierte a estas, en civitates liberae et immunes.
En los pequeños núcleos al sur de la sierra, cobran importancia Catóbriga, Celliarium, Ergastulum, y las villas romanas situadas en las fincas de Villalba y Nava del Rey en el término de Villamiel; esta zona posiblemente con una densidad de población más importante que el norte de la sierra en los pequeños asentamientos.
La romanización tanto en el norte como en el sur de la sierra, debió ser muy lenta ó inexistente fuera de las civitates.
En la parte norte de la sierra, debido a las condiciones poco actas para la agricultura, tanto por sus suelos ácidos como por las condiciones climáticas, la dedicación de los habitantes seria principalmente ganadera; sin embargo al sur de la sierra, las villas, se convierten en activos centros agrícolas, generalizando el cultivo de la viña y el olivo, así como el de los cereales.
Adriano ampliaría el acceso a la latinidad, “ius latii maior”, no solamente a los magistrados y sus familias, sino también a la curia y asamblea municipal, incluidos todos sus familiares.
En el año 212 d. C., el emperador Caracalla concede la ciudadanía romana a todos los habitantes del imperio que no fuesen esclavos (dediticii=sometidos).
La “deditio”, rendición ó capitulación formal de los habitantes de estas “civitates deditciae”, trae consigo, en algunos casos, su devastación, pasando a convertirse estos terrenos en “ager publicus”.
A medida que los romanos penetran en la Península, se hace necesario el dominio y control del territorio por la necesidad de moverse con rapidez, tanto para comerciantes, como para el trasporte de mercancías y por supuesto el movimiento rápido de las legiones. Esta necesidad se convierte en la urgente construcción de vías rápidas para una pronta vertebración de todo el territorio. Estas vías comienzan a construirse durante la época republicana, siguiendo caminos naturales y vías cartaginesas; teniendo un mayor incremento durante la época imperial y alto imperial.
Las principales vías que cruzaban la provincia de la Lusitania son: Vía Quinéa (Vía de la plata) que unía Emérita Augusta, Salmantica, Ocelo Duri (Zamóra) y Asturicam (Astorga) “iter ab Emérita Asturicam”.
Vía Colimbriana que comunicaba Salmantica - Miróbriga -Conimbriga.
Vía Dalmacia que unía a la vía principal Quinéa (Via de la Plata), desde Zamora, la población de Miróbriga (C. R.), para dirigirse desde esta hacia el sur, pasando posiblemente por Urunia y avanzando en su recorrido por el puente romano del Villar hacia la que hoy día es la población del Payo, para bordear la ladera de Jálama y seguir hasta Caurium (Coria). Posible ramificación de la calzada en Payo hacia el puerto de San Martín de Trevejo, esta, conservada en buen estado desde la carretera de Santa Clara hasta la entrada del pueblo; posiblemente, esta calzada, continuaría por el termino de Villamiel, Trevejo y lo que es hoy Cilleros, ramificándose en este punto hacia Egaeditania y Caurium y por otra parte enlazando desde San Martín de Trevejo con Ergastulum y las explotaciones mineras situadas en el termino de Valverde y la frontera portuguesa.





Puente del Villar



De las labores mineras que los romanos llevaron a cabo en esta zona, las más evidentes, sin duda, son las de Valverde del Fresno, Los Vieiros, a cielo abierto, con zanjas de unos 8 ó 10 metros de anchas y unos 8 metros de profundidad, siguiendo los filones estanníferos (filones con componentes auríferos) hasta dentro de la que hoy es frontera portuguesa; pudiendo haber existido otras en las laderas de Jálama, o en el término del actual Navasfrías, más difíciles de identificar por el paso del tiempo y las explotaciones mineras llevadas a cabo desde comienzos del siglo XX en toda esta zona; aunque la raíz “rúbeo” del actual Rubiós, antiguamente Rubeolos, denote la posibilidad de haber sido conocido ya por los romanos por el oro nativo que arrastran sus aguas, circunstancia que tampoco pasaría desapercibida para ellos en los demás ríos de la zona y el bardal, que continuaba siendo una llanura aluvial producida por los desbordamientos del río Roladrón.
También existen indicios de labores mineras romanas en el río Eljas y en Perales del Puerto.
Después que las dinastías Flavia y Antonina propiciasen la incorporación de los habitantes de las ciudades de Hispania a la ciudadanía romana y a la tribu Quirina, culminando este proceso la Constitutio Antoniniana ó Edicto de Caracalla; hacen posible hoy día, que debido a los descubrimientos epigráficos, se pueda afirmar que la mayor parte de las 36 ciudades estipendiarias que Plinio dice había en la Lusitania, habían pasado al final de imperio a ser municipios latinos, entre ellos, los cercanos a la Sierra de Gata y Sierra de las Mezas: Urunia, Caurium, Igaeditania, Interamnia, Lancia Oppidana y Lancia Transcudana.
Una de las principales aportaciones romanas, fue el derecho, que el gran jurista Ulpiano resumió en tres máximas: honeste vivere, alterum non laedere, suum cuique tribuere - vivir honestamente, no causar daño a otro y dar lo suyo a cada uno.



Invasiones de los pueblos germanos



El Chronicón del obispo Idacio, hace referencia a las invasiones de los pueblos germanos, describiendo el horror que se extendió por toda Hispania ante la crueldad de los invasores.
“Los alanos, los vándalos y los suevos entraron en Hispania en la era 447 (año 409). Los bárbaros que habían entrado en Hispania robaron y mataron como enemigos. Desenfrenados los barbaros por Hispania y recrudeciéndose por todas partes la peste, el tirano recaudador de impuestos robaba las riquezas y las provisiones guardadas en las ciudades, y los soldados las agotaban; la cruel hambre se extendió, hasta el extremo de que, forzados por el hambre, los hombres devoraron carne humana; […] Los hispanos que sobrevivieron a las plagas en las ciudades y fortalezas se sometieron como esclavos a los bárbaros que dominaban la provincia”.
En un principio, los alanos se establecieron en parte de la Lusitania, los vándalos asdingos hacia el sur y los suevos en el norte
Posteriormente penetraron los visigodos como aliados del imperio, con la necesidad de poner fin a la anarquía de estos invasores que habían arruinado la estructura administrativa romana.
En el año 468 d. C., los visigodos ocupan Mérida, extendiéndose por el oeste en toda la zona lusitana.
Durante la entrada de los pueblos germanos, con la destrucción de las ciudades y el saqueo de las zonas rurales y debido también a las dificultades planteadas por la presencia de los invasores, las plagas y el hambre, se origina en muchos territorios la dispersión de la población hispana en pequeños grupos, que sobreviven dedicándose a la ganadería y pequeños cultivos, llevándose a cabo los enterramientos en estas zonas, posiblemente ya, en sepulcros esculpidos en la roca, cerrándolos con grandes losas ante la presencia de fieras, que según el Cronicón de Idacio, “se habían acostumbrado a los cadáveres de los muertos por la espada, por el hambre o por la peste”.
Estas tumbas, debido a su escaso número, podrían haber sido utilizadas para enterramientos temporales, depositando los restos después de un cierto período, en osarios, en la misma zona.
En el área de Navasfrías existen algunos testimonios de estos sepulcros, unos con formas antropomorfas y otras no antropomorfas, diseminados por diferentes puntos, los más importantes, en el cerro de Cabeza Porquera (Vega de la Orden).
Cabe hacer constar que los agricultores que cultivaban estas tierras hace muchos años, hablaban de residuos de viviendas existentes en la ladera, los cuales iban apareciendo al arar los campos.
La dispersión de estas tumbas por diferentes puntos del término de Navasfrías, confirman la ocupación de la zona por pequeños núcleos de población estable, cuyos habitantes vivirían principalmente de la ganadería, cerca de las majadas; algunos de estos núcleos posiblemente ocupado por varias familias, como puede ser el caso de Cabeza Porquera y del Rotoro, entre otros.
Así mismo existe un grupo de tumbas en la cercana dehesa de la Genestosa, en el sitio donde se reúne el ganado, llamado el majadal.
En el concejo de Sabugal existen estas tumbas en pueblos vecinos de la frontera como Aldeia do Bispo y la Geosa da Raia; así como en las riberas del Côa.
La cercanía de estos pequeños núcleos, hacen posibles las relaciones entre miembros de los diferentes grupos, así como zonas comunes de pastoreo e intercambios de productos del campo y de ganados; como ha venido sucediendo entre pueblos contiguos.








Tumbas de Cabeza Porquera




Otros testimonios en la zona de la sierra, aunque estos en la provincia de Cáceres y posiblemente posteriores, son varias tumbas antropomorfas en el pueblo de Trevejo, junto a la iglesia y cercanas al castillo; así como vestigios visigodos, en Villamiel, “ Clodoveas de Recaredo “, tres flores de lis enmarcadas por círculos tangentes y también un grabado de San Sebastián.
Estos pueblos aunque están situados al sur de la sierra de Jálama, son cercanos al área de Navasfrías.


Obispado de Caliabria

Después de la incorporación de los suevos al reino de los godos, en el año 585, y de la creación de la sede Caliabriense a comienzos del siglo VII, se llevó a cabo en el año 653, la división diocesana de la Iglesia Hispánica, quedando como metrópoli de la provincia Lusitana: Emérita Augusta y sufragáneas de esta: Pax Julia (Beja), Olissipo (Lisboa), Ossonoba (Faro), Egitania (Idanha), Coímbra, Viseu, Lamego, Caliabria, Salamanca, Évora, Ávila y Coria.
De la sede episcopal visigoda de Caliabria, se tienen noticias con Servus Dei como asistente a los concilios IV, VI y VII de Toledo, años 633-638-646, firmando por antigüedad en los números 30, 23, y 18 como Obispo Caliabriense. Celedonio al VIII, año 653, con el número de orden 44. Aloario (Alvario) concilio de Mérida, año 666, firmando en último de los doce asistentes. Ervigio, concilios XV y XVI de Toledo, años 688 y 693, con los números 13 y 3.
Algunos historiadores defienden la existencia de un obispo más en Caliabria, posterior a Ervigio, ya que el último obispo de Caliabria fue muerto por los musulmanes junto con varios obispos más el año 717.
La existencia de al menos un obispo más después de Ervigio, es lógica, ya que en el concilio XVI de Toledo, Ervigio era el tercero por antigüedad de los asistentes y por tanto una persona de cierta edad para ocupar la sede 24 años más.
La silla episcopal de Caliabria, aunque de dudosa ubicación, parece ser, estaba ubicada en Castelo Calabre, (Almendra, Port.).
La historia civitatense de Don Antonio Sánchez Cabañas, se refiere al obispado de Ciudad Rodrigo cómo continuidad de la sede Caliabriense, aportando datos sobre su asentamiento dentro de la Lusitania y su donación a Don Domingo, nominado obispo de Caliabria y Ciudad Rodrigo; esta donación se hace extensiva a todos sus sucesores.
“Pues como estas gentes viniesen cuando los romanos eran señores de España, alcanzaron de ellos sitio para poder edificar dentro de la Lusitania, y entre los dos ríos Coa, llamado antiguamente Cuda y Águeda, que primeramente se llamó Gada, dieron principio á una ciudad, á la cual, por ser ellos calabreses, llamaron Calabria. La cual ciudad, como queda dicho, caía en la partición de Visseo y apartada desta ciudad de Ciudad Rodrigo más poco de ocho leguas. La cual ciudad está el día de hoy destruida, y sus ruinas se aparecen á una legua de la Fregeneda, villa bien conocida en el Abadengo, Obispado de Ciudad Rodrigo.
A este sitio llaman los naturales de aquella tierra la “Cabeza de Calabre”, por haber estado edificado sobre un monte, entre los dos ríos, como se ha referido.
En esta ciudad de Calabria puso el rey Recaredo, Obispo, el cual se intituló calabríense; y en el Concilio IV de Toledo, que se celebró en la iglesia de Santa Leocadia, año 634, en el tercer año del reinado de Sisenando, se halló el Prelado que regía esta iglesia, como consta de su firma, que dice: Siervo de Dios, Obispo Calabríense”.
La apertura del Concilio IV de Toledo se inicia el día 05 de Diciembre del año 633.
La concesión de la ciudad de Calabria al obispado de Ciudad Rodrigo, se lleva a cabo en Enero de 1171 por Fernando II, Rey de León.
“Addo etiam, vobis illam cívitatem calabriam, que iacet inter Cudam et Aguedam cum ómnibus directis et pertinenciis suis,”